Capotes, muletas, estoques simulados o de acero y, si esto no es suficiente para derribar al astado, los descabellos. Un fundón y un esportón con «trastos de torear» valorados en más de 10.000 euros.
Los trastos de torear, también denominados «chismes», son los instrumentos que utilizan los matadores de toros para realizar su faena en el ruedo. Cada uno, para un momento concreto y con unas características peculiares; y en su conjunto pudiendo llegar a superar los 10.000 euros.
Sale el morlaco de los toriles y el diestro pisa el ruedo con el capote, instrumento con el que se para al toro, de color rosa y con el envés amarillo. Éste, de tela bastante gruesa y pesada y con corte de capa. Seguidamente, el tercio de varas, con la faena de castigo con los picadores.
A partir de aquí, no en vano pasando por el de banderillas, llegamos al último tercio de la corrida, la faena suprema y la más vistosa de todas, la de la muleta, instrumento de paño rojo y de menor peso que la tela del capote, con la que se busca templar la embestida del toro. La muleta se sujeta por una vara resistente de madera, que recibe el nombre de estaquillador (nombre que proviene del sustantivo estaca).
Para mantener la tela extendida, se emplea un estoque simulado, o también conocido como ayuda, de madera o de metal, como antiguamente. A día de hoy la mayoría de los diestros, por su seguridad, la emplean de metal.
Llega el momento definitivo para el espada. Para poner fin a la lidia del toro, coge el estoque de acero, espada que usa el diestro para dar muerte al toro. Si el toro no muere y cae, se emplea el descabello: basta con acertar en el sitio, clavarlo bien y que el toro se derribe; labor que, en ocasiones, cuesta más de lo esperado. Es el momento de broche para el espada, que, junto con el resto de la lidia, le brinda o no un trofeo; o incluso una tarde por puerta grande.
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